
Juan J. Recio nos relata su viaje a Estambul, la ciudad de los contrastes, junto a su inseparable compañero de peripecias Jesús Blanco. Conduciendo sendas BMW 1150 GS, ambos riders salieron de Madrid dirección Barcelona donde esperaba el ferry que les llevaría a la mágica ciudad turca y, por qué no, disfrutar también de Italia y Grecia antes de alcanzar su destino.
Y en frente, Estambul
Son las 5:30 de la mañana y acaba de sonar el despertador. Pero esta vez, y al contrario de otros días laborables, cuando voy a coger la moto no me espera la oficina. La BMW R 1150 GS está cargada hasta los topes y en pocos minutos me aguarda mi compañero de viaje, Jesús Blanco, y su impresionante R 1150 GS Adventure. “¡Vamos allá Blanco!”, le grito al llegar al punto de encuentro. “¡Vamos Recio!”, me responde, y antes de arrancar su moto me pregunta: -¿Qué tienen los viajes en moto que enganchan tanto?-, – no lo sé Blanco pero creo que es algo que no tiene explicación. ¿A quién le explicarías que acabamos de dejar a nuestras respectivas esposas (Natalia y Raquel), a una niña de poco más de un mes en tu caso (Aitana) y yo a mi hijo de 14 meses (Juanito)? ¡Venga! ponte el casco y vámonos, que cuando seas viejo te gustará contar nuestro viaje a las puertas de Asia a los hijos de Aitana-.
Y en frente, Estambul
Son las 5:30 de la mañana y acaba de sonar el despertador. Pero esta vez, y al contrario de otros días laborables, cuando voy a coger la moto no me espera la oficina. La BMW R 1150 GS está cargada hasta los topes y en pocos minutos me aguarda mi compañero de viaje, Jesús Blanco, y su impresionante R 1150 GS Adventure. “¡Vamos allá Blanco!”, le grito al llegar al punto de encuentro. “¡Vamos Recio!”, me responde, y antes de arrancar su moto me pregunta: -¿Qué tienen los viajes en moto que enganchan tanto?-, – no lo sé Blanco pero creo que es algo que no tiene explicación. ¿A quién le explicarías que acabamos de dejar a nuestras respectivas esposas (Natalia y Raquel), a una niña de poco más de un mes en tu caso (Aitana) y yo a mi hijo de 14 meses (Juanito)? ¡Venga! ponte el casco y vámonos, que cuando seas viejo te gustará contar nuestro viaje a las puertas de Asia a los hijos de Aitana-.

A las 16:30 del día siguiente, nuestros neumáticos ya están besando suelo italiano y nos dirigimos rápidamente dirección Bari. Lo de rápidamente es un decir, porque los italianos nos hacen unas pasadas que parecen levantar las pegatinas que llevamos en las maletas. Llegamos a Bari tan tarde que al abandonar la autopista no hay nadie para cobrarnos el peaje. Tras comprobar que nos toca pagar 25 euros por moto, decidimos salir los dos al unísono una vez pagamos en la máquina el importe por una de las motos. Con los nervios propios del delincuente principiante no logro arrancarla. La risa nerviosa y contagiosa se apodera de nosotros y por fin ruge el bóxer, tiro de embrague y salgo a toda pastilla llegando a Bari impregnado del inconfundible aroma a embrague quemado. Al final, y tras una hora de estar dando vueltas por la ciudad buscando un hotel, vemos una comisaría y preguntamos a los carabineris. Uno de los agentes sale de la cabina y nos hace un gesto de que esperemos. Esperamos cinco minutos y sale una patrulla haciéndonos un gesto de que los sigamos. Lo que son las cosas, en una hora hemos pasado de ser pequeños delincuentes a ser escoltados por los carabineris. Amablemente nos llevan hasta un buen hotel y nos recomiendan no dejar las motos en la calle.


Una foto con el ‘Welcome to Turkey’ y afrontamos una autopista totalmente atípica con badenes, semáforos y perros hacia Estambul. Nos sumergimos en el caótico tráfico de la ciudad de Estambul y tardamos más de tres horas en encontrar el hotel mientras la temperatura de mi moto roza la zona roja.Nnos metemos en una calle estrecha y de repente vemos que viene un camión marcha atrás a toda pastilla. Jesús encuentra un hueco pero yo no tengo escapatoria. Me pongo a pitar como loco pero el camión no para, paso a gritar para que me echen una mano algunos de los comerciantes pero nadie hace nada. Menos mal que al final un comerciante quita parte de sus enseres de la acera y logro meterme y tumbar la moto al máximo para que pase el camión. Tras el susto seguimos buscando el hotel pero de repente no veo a Jesús. Por fin logro verle y se me ponen los pelos de punta: está encajado entre dos autobuses que han pasado sin contemplaciones rozando sus maletas.
Al final llegamos sanos y salvos al hotel y decidimos de forma unánime dejar las motos en un parking al lado del hotel. Tras la merecida y reconfortante ducha, cogemos las cámaras de fotos y nos dirigimos a Santa Sofía y a la Mezquita Azul. Impresionantes ambas, cuesta elegir cuál de las dos es más bonita. Allí conocemos a unos comerciantes que amablemente nos invitan a tomar té a una de sus tiendas de alfombras y, aunque les dejamos bien claro que no compraríamos ninguna, acabamos en la tienda (ocurre igual que cuando vas a Marruecos, pero aquí insisten de forma más elegante). Desde allí, nos vamos a cenar a un chiringuito regentado por una familia turca muy simpática que acabamos tomando como centro habitual de avituallamiento durante nuestra estancia en Estambul. Después de un vaso de leche en una cafetería nos vamos a dormir. A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano y visitamos la Basílica de la Cisterna, una basílica llena de agua. Posteriormente visitamos la Mezquita Azul descalzos como es obligatorio y subimos nuevamente al hotel ya que por la tarde nos espera un crucero por el Bósforo. Posteriormente fuimos al Gran Bazar y, para terminar el día, volvemos a nuestro restaurante favorito y hablamos con un musulmán sobre religión.
Un nuevo día nos espera y nuestro propósito es abandonar Estambul, atravesar la frontera turca y dormir en Grecia. Amanece lloviendo con bastante fuerza y al tener tan poca visibilidad no cogemos la dirección correcta. Cuando nos queremos dar cuenta llevamos 200 kilómetros y estamos a tres kilómetros de la frontera con Bulgaria. Tenemos que bajar por territorio turco en paralelo con la frontera con Grecia hasta que encontramos nuevamente la frontera correcta donde otra vez nos esperaban las cuatro cabinas, revisar lo revisado y una hora para entrar en territorio Griego. Proseguimos nuestro viaje por las perfectamente asfaltadas autopistas griegas, gratuitas para las motos, y nos desviamos para dormir en Kozani, un pueblecito rodeado de montañas y donde hace bastante frío.
Un nuevo día nos espera y nuestro propósito es abandonar Estambul, atravesar la frontera turca y dormir en Grecia. Amanece lloviendo con bastante fuerza y al tener tan poca visibilidad no cogemos la dirección correcta. Cuando nos queremos dar cuenta llevamos 200 kilómetros y estamos a tres kilómetros de la frontera con Bulgaria. Tenemos que bajar por territorio turco en paralelo con la frontera con Grecia hasta que encontramos nuevamente la frontera correcta donde otra vez nos esperaban las cuatro cabinas, revisar lo revisado y una hora para entrar en territorio Griego. Proseguimos nuestro viaje por las perfectamente asfaltadas autopistas griegas, gratuitas para las motos, y nos desviamos para dormir en Kozani, un pueblecito rodeado de montañas y donde hace bastante frío.

Al día siguiente llegamos sobre las 15:30 a Barcelona y afrontamos con tranquilidad los últimos 650 kilómetros que nos quedan hasta llegar a nuestros hogares en Madrid, mientras en nuestra cabeza resuena una y otra vez la canción del pirata de José de Espronceda, cambiaba un poco la letra: “La luna en el mar riela en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul. Que es mi moto mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, viajar”
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