domingo, 17 de julio de 2011

El solsticio de verano en el corazón alpino









Por Francesc FornsFrancesc Forns y un amigo completaron una magnífica y bellísima ruta por los Alpes Suizos y los Dolomitas, en la que, además de paisajes de ensueño, se encontraron también con nieve. La mejor manera de pasar el solsticio de verano.
Por los Alpes y los Dolomitas
La aventura empezó con la idea de viajar al Parque Natural de los Dolomitas, al norte de Italia, a raíz de leer el libro ‘Europa en moto’, muy recomendable para grandes viajeros. Con la excusa de hacer coincidir el viaje con el solsticio de verano, decidimos alargarlo cuatro días más y salir el viernes 18 de junio en ferry hacia Génova. En él conocimos a unos moteros de Madrid y a otros de Badajoz, que se dirigían a Dubrovnik y que tenían roto un tornillo de la cúpula de una de sus motos. A la salida del barco saqué mi arsenal de herramientas y dividí en dos la barra de soldadura en frío que llevaba y se la di. Intentarían arreglarlo al llegar al hotel; espero que les fuera bien.
La salida se complicó, debido al retraso del barco desde Barcelona –zarpó a las cuatro de la mañana-. Ya no cumplimos horarios en nuestro primer día de ruta: deberíamos haber dormido en Stresa, una bonita ciudad en Lombardía, a orillas del lago Maggiore. Aun así, a la llegada a Génova, decidimos seguir con la ruta programada y viajar hacia Stresa por autopista, donde llegamos sobre las 5:30 horas de la madrugada. Después de buscar algún camping abierto a esas horas, encontramos uno a las 8:00 horas que nos acogió. Nos merecíamos un buen descanso después del pésimo trayecto en barco y pasar toda la noche en vela.



A disfrutar del viaje
A mediodía nos levantamos y nos comimos un par de latas de fabada asturiana para recuperar fuerzas. Después, recogimos todo y a las 17:00 horas emprendimos la marcha hacia Suiza, a través del Simplon-Pass, una carretera retorcida que transcurre por los Alpes. Lo más duro ya había pasado y era la hora de empezar a disfrutar de nuestro viaje.
La noche se nos echó encima rápida pero placenteramente. Decidimos entrar en un camping que parecía estar bien. Allí conocimos a Willy, el dueño del mismo. Después de los intercambios culturales, dialécticos y culinarios que tuvimos, le regalamos el contenido de nuestra bota de cuero, un buen vino de La Rioja que le encantó. Se lo merecía por la inolvidable velada que nos hizo pasar.
Ya por la mañana, despejados y con hambre de carretera y buenos paisajes, emprendimos la marcha a través de los Alpes suizos. Los pasos de montaña son increíbles y a cual más vertiginoso. Pasando por el Grimssel-Pass, tropezamos con una ventisca que en la cumbre venía acompañada de nieve y granizo. Fue uno de los tramos del viaje en el que más sufrimos por nuestra integridad física y por las motos, ya que una caída tonta con la carretera llena de nieve arruinaría todo. Pero no fue así. Yo fui bajando más rápido que mi compañero hasta que la carretera comenzó a estar más limpia. En cuanto tuve señales de él por radio, se me abrió el cielo. Después de superar este inconveniente, ya nada podía salirnos mal. Posteriormente, pasamos por el Susten-Pass y salimos de Suiza por el Passo del Bernina, un paraíso de sinuosas curvas y paisajes de vértigo. Ese día acampamos en la base del Passo del Stelvio, en Sondrio, en un camping lleno de bonitos bungalows de madera que enriquecían el paisaje. Nosotros no caímos en esa tentación y montamos nuestras tiendas de campaña



Puerto del Stelvio
Al día siguiente, me levanté temprano. Eran las 5:30 horas y mi compañero dormía. Ese día iba a ser especial, ya que subiríamos el mítico Stelvio, otro gran hito para contar a los amigos. Después de recoger todos los trastos, encaramos el puerto. Según avanzamos, la nieve se acumulaba y aparecían muchas marmotas, unas simpáticas criaturas que disfrutaron del paisaje tanto o más que nosotros. Paramos para hacernos la foto de rigor en la señal donde indica la altitud del puerto (2.778 metros). Fue un momento muy emotivo y placentero. La sorpresa fue que la cumbre estaba cerrada al paso. En una charla con los operarios que estaban limpiando la carretera, nos informaron que en una hora ya sería transitable, así que decidimos esperar y aprovechar la parada para realizar las compras correspondientes –adhesivos, parches, etc-.
Cuando quitaron la nieve, volví a preguntarles si era posible circular. Nos contestaron que después de la primera curva del descenso ya no había ni nieve ni hielo. Así fue: magnífica la efectividad de los operarios.
Si la subida fue emocionante, la bajada resultó de infarto. Los dos laterales se encontraban llenos de nieve y las miradas hacia abajo se convertían en un verdadero éxtasis. ¡Qué recuerdos al pensar en ello!
Después de superar el Stelvio, nos adentramos en Austria por la zona del Tirol. Nos envolvió el placer de estar allí libres con nuestras motos en medio de tan austeros paisajes. Pasamos la frontera con Alemania y visitamos los castillos del rey Luis II, que tal y como se describen en varios textos que leí antes del viaje, son de cuento de hadas, un homenaje a la arquitectura.
Esa noche teníamos pensado dormir en Munich. Seguimos la ruta por la que dicen es la carretera más bonita de Europa, la Romantische Estrabbe. Encontramos un camping que cumplía con todo lo que podíamos desear: duchas, un buen césped para acampar y, cómo no, unas cervezas alemanas bien fresquitas. Al revisar la moto, detecto que las mordazas traseras están al límite. Por la mañana habrá que buscar un concesionario y comprar el recambio.



De Munich a los Dolomitas
Al día siguiente, nos adentramos temprano en Munich hacia la sede de la marca bávara para que nos indicaran dónde comprar el recambio. Muy amablemente, un trabajador que estaba en la entrada de la sede, al ver que no comprendíamos lo que nos decía, nos invitó a seguirle. Se subió a un bonito BMW y soportando un tráfico intenso, nos dejó a las puertas de un concesionario de la marca. ¡Qué amabilidad!
Desde Munich, descendimos por Baviera a orillas de los lagos Hoschensee y Kochelsee. Es una carretera digna de nombrar, nos gustó mucho y estaba llena de moteros. Después de pasar por Garmisch e Innsbruck, nos dirigimos a la falda de los Dolomitas. Bolzano es una gran urbe donde todo se mueve alrededor del Parque Nacional, que es la fuente de ingreso de la zona. A las afueras de la ciudad encontramos un camping genial, con piscina, buenas duchas y bien cuidado. Allí mismo, tocó lección mecánica. Con la expectación de los campistas, cambié las mordazas traseras de la moto. Qué mejor manera que pasar el solsticio en un lugar de ensueño como es los pies de los Dolomitas.




Por el Parque Nacional de los Dolomitas
El día despertó sereno y caluroso. Nos esperaba una ruta inolvidable de 400 kilómetros a través del Parque Nacional de los Dolomitas. Hacia el este, en sentido contrario de como se describe la ruta en el libro, nos fuimos adentrando entre árboles gigantescos y curvas imposibles. Llegamos al lago Di Carezza, con el agua cristalina que refleja en su superficie el relieve de las altas montañas. Continuamos con la ruta hasta llegar a Cortina D’Ampezzo, el centro neurálgico y turístico del Parque Nacional. Allí decidimos comprar unos presentes para nuestros familiares y amigos. A continuación, arribamos al lago Misurina, un marco incomparable y con unas vistas idílicas. Cada valle que vamos atravesando es más encantador que el anterior y a la salida de cada curva nos encontrábamos con la foto ideal. Al final del día, decidimos descansar en un camping muy bien equipado. Esa noche degustamos una sabrosísima pizza.




Regreso a casa
Toca volver, haciéndolo por Trento y bordeando el gran lago Di Garda. Es como circular por una carretera de la costa. Tanto calor y tanto tráfico nos agobian un poco y decidimos parar un rato. Ya más tranquilos, seguimos con nuestros planes, salvo que no viajamos en barco desde Génova hasta Barcelona, aunque lo teníamos reservado y pagado. Llegamos hasta Mónaco buscando un camping y encontramos uno por casualidad en lo alto del Principado, con unas vistas de lujo a la bahía.
Por la mañana, café en la plaza principal de Niza (¡qué croissants más buenos y qué caros!) y descenso hasta Marsella por una carretera revirada. Allí decidimos que podíamos llegar a casa a última hora de la tarde. Tomamos la autopista hasta Gerona y, desde allí, por carretera a casa. Ya sólo pensaba en abrazar a mi mujer y a mi pequeño. Ahora todo son buenos recuerdos.


















Cincuenta mil kilómetros alrededor del mundo en GS



Tras largos y en ocasiones duros meses en la carretera, un grupo de 16 riders está preparándose para enfrentarse a la última etapa de su travesía iniciada en noviembre de 2010. Capitaneado por Kevin Sanders, dueño de Globebusters, empresa especializada en la organización de viajes en moto, lleva recorrido más de 40.000 kilómetros sobre varias BMW R 1200 GS. Como explicó el propio Sanders, “no hay mejor moto que la R 1200 GS Adventure (de la que es propietario) si quieres hacer un viaje de estas características. Nunca he tenido un solo problema con ella ni nunca me he quedado tirado desde que la piloto”.
Tras conquistar Europa, África, América del Sur y Centroamérica en seis meses, el grupo siguió su periplo hasta Australia, para luego poner rumbo al continente asiático. Aunque en el país oceánico no faltaron los imprevistos (uno de los riders sufrió un accidente al atropellar a un canguro que atravesó de forma inesperada la carretera por la que circulaban), Sanders reconoce que la experiencia fue muy gratificante: “En nuestra segunda noche vimos atardecer en Uluru y fue una experiencia mágica para todos nosotros. Hay algo en ese lugar que lo hace especial. Sientes una calma y una serenidad increíbles a medida que el sol se esconde y las rocas van adquiriendo unos colores preciosos: rosa, naranja y rojo”. Todos los participantes coinciden en que esta etapa de doce mil kilómetros a través de territorio australiano fue una de las más duras hasta el momento, con días en los que fue necesario cubrir más de 725 kilómetros sin bajar de las motos.
Ahora, Asia espera al grupo de riders. El viaje comenzará en Bangkok (Tailandia) y pondrá punto y final tres meses después, tras los que habrán recorrido un total de 50.000 kilómetros desde que comenzara su aventura alrededor del mundo.
Más información en http://www.globebusters.com/expeditions/tales-from-the-road/2010-2011-discover-our-earth