jueves, 31 de mayo de 2012

Me voy a África, y nadie podrá impedirlo

Por Nacho Gasulla
Con el objetivo de enseñar a leer a niños sin posibilidades, Nacho Gasulla comienza un apasionante viaje por África, durante al menos doce meses, representando a la ONG Escritores Sin Fronteras. Lo hará con el apoyo de BMW Motorrad España y a los mandos de una R 1200 GS Adventure.

Se acabó. No hay más sobre lo que pensar que no haya sido tenido en cuenta. Ni falta nada por planificar que no haya sido programado. Cuanto había que hacer, se ha hecho. Y cuanto había que preparar, está listo. Todo está a punto. Salvo yo.

En el trajín de convertir la Expedición Africana en algo real casi había llegado a olvidar que ocurriría, y que yo sería el responsable de llevarla a cabo. Han transcurrido siete meses en los que me he hartado de hablar sobre lo que iba a hacer. Tantas veces y durante tanto tiempo lo he hecho que había llegado a sentir que Escritores Sin Fronteras y la Expedición Africana consistían nada más que en contarlo y prepararlo. Y ahora, que ha llegado el momento de dejar de hablar y hacer eso con lo que tantas veces se me ha llenado la boca, me doy perfecta cuenta de que iba en serio.Juro ser sincero al afirmar que no sé muy bien cómo he llegado hasta aquí. Una mañana cualquiera, al final del pasado verano, encontré sobre la mesilla un cuaderno de apuntes en el que había tomado algunas notas. Me había despertado en mitad de la noche en un estado de lucidez que me sobrecoge recordar. Supe quién era yo, cuál era mi espacio en el universo y hacia qué punto del infinito horizonte debía dirigirme. Y tomé aquellas notas convencido de que eso que allí ponía era lo que debía hacer con mi vida. Desde aquella mañana no he hecho otra cosa que seguir al dictado lo que yo mismo había escrito, pero de tal forma que bien podría parecer que me he comportado como un autómata al servicio de una voluntad ajena a mí, como si hubiera sido abducido por una fuerza superior que me hubiera desposeído de la capacidad de razonar, sentir o padecer, entregado a la locura de dar vida a un plan imposible.
Tomo conciencia de la realidad

De pronto se impone el hecho cierto de que me voy, de que ha llegado el momento de partir. Y regreso a mi ser desde ese ignoto lugar en el que parezco haber habitado estos meses. Y tomo conciencia de la realidad: Me voy. Y la realidad me sobrepasa. Me supera cien veces. Me voy a África, solo, en moto, durante al menos doce meses y con la inmensa responsabilidad de hacer bien el trabajo que debo llevar a cabo. Y entonces ocurre que el Nacho que yo conozco desde el mismísimo momento en que nació se presenta ante mis ojos tal cual es.

Y siento miedo. Mucho miedo. También miedo a la soledad, al dolor físico, a lo desconocido, o a no volver. Pero estos miedos los reconozco en mí. Nos conocemos bien. Ya nos hemos encontrado otras veces en el pasado y hemos aprendido a respetarnos y a permanecer cada cual en su lugar sin invadir el espacio del otro. En esta ocasión son otros los miedos que me atosigan. Me refiero al miedo a no ser capaz. El miedo a decepcionar a los demás. El miedo a no estar a la altura. El miedo a fallar y a fallarme.

Comprendo la necesidad de sentir miedo. Entiendo que no puede haber peor miedo que el miedo a no sentir miedo. Pero detesto el miedo. Es un compañero de viaje incómodo y maleducado. Es mezquino, tramposo y egoísta. Es mediocre, feo y vulgar. No quiero miedo. No me gusta. Lo detesto. Y sin embargo convivo con él bien pegado a mi piel.

Me conozco. Sé que sentir ese miedo atroz es lo que me salva de mí mismo, de mis defectos y de mis debilidades, de todo cuanto podría dar al traste con este gran viaje. Sé que ese miedo es lo que me mantendrá permanentemente alerta, atento al momento en que podría llegar a fallar, víctima de mis limitaciones. Pero no por eso me cuesta menos convivir con él. No por eso las dudas son más pequeñas. No por eso consigo dormir mejor.

No puedo evitar preguntarme cómo me he metido en este enorme lío. Por qué siempre tengo que ser yo el que da la nota. Por qué no puede ser otro el que se líe a machetazos y yo el que camine detrás sobre terreno despejado. Por qué tengo siempre la sensación de calzarme zapatos que me quedan doce tallas grandes. Se diría que con todo lo vivido y todo lo conocido aún no he aprendido nada. Todavía no ha comenzado el viaje y ya me pregunto qué cojones estoy yo haciendo aquí. Qué pinto en esta historia. Por qué me complico la vida de tal forma que, a poco que me descuido, mi propia vida escapa a mi control.

Es entonces cuando me digo que lo que me sucede me ocurre por ser como soy, y que las cosas que me pasan son el legítimo efecto de su causa, y que todo tiene más sentido de lo que parece. De otra forma no se entendería que me proponga llevar a cabo algo que en apariencia está fuera de mi alcance, o que lo haga sin haber prestado suficiente atención a mis miedos hasta casi faltarles al respeto, o que ahora tenga la sensación de no haber medido las consecuencias que lo que voy a hacer me puede acarrear.

Un día soñé que lo haría

Me voy solo, a África, en moto, durante al menos doce meses, para llevar a cabo lo que para mí es un importantísimo trabajo, porque un día soñé que lo haría. Eso es: Un día soñé. Y ahora lo hago. Porque los sueños se tienen para cumplir con ellos. Y porque, de no hacerlo, uno se verá abocado al desastre. Uno es, como escribió Shakespeare, aquello de lo que están hechos sus sueños. Y sin sueños, uno no es nada. Por eso, renegar de los propios sueños me parece un imperdonable acto de irresponsabilidad.

Entonces, esta aberración de plan que me he propuesto cobra todo el sentido del mundo. Y no me veo haciendo otra cosa. Ni deseo estar en otro lugar. Ni quiero habitar otro cuerpo. Yo soy yo. Así de imperfecto. Así de miedica. Pero provisto de sueños que pesan lo que pesa una vida. Mi vida. Y dotado de la irreductible voluntad de llevarlos a cabo aunque el precio pagadero por ellos sea el más alto.

Me voy a África. Porque un día soñé que lo haría. Y ni yo mismo lo voy a poder impedir.

Más información en www.escritoressinfronteras.org