martes, 19 de junio de 2012

Nigeria, ¿un país peligroso?

Por Eduard López Arcos
Eduard López Arcos puso rumbo a Sudáfrica en su BMW R 1200 GS Adventure. Se fue, llegó, tal como contó en la News de mayo, y volvió. Pero son muchas las vivencias que se le han quedado en el tintero, experiencias que habitan en su memoria y que quiere compartir con todos nosotros. Bienvenido sea pues su relato sobre su paso por Nigeria. Por Eduard López Arcos


Las oficinas de inmigración y aduanas de las

Las oficinas de inmigración y aduanas de las fronteras de los países del África Occidental tienen una arquitectura elemental, por decirlo de alguna manera. ¡A veces no tienen ni paredes! Simplemente te encuentras a un tipo al lado de la barrera, sentado en una silla, delante de una mesa con papeles y libretas. Los demás policías, sin uniformar, permanecen tumbados bajo la sombra de un árbol y tomando un refrigerio. Podría parecer un cachondeo.

Estoy en la frontera de Chikanda. En el lado de Benin me estampan el sello de salida y se despiden de mí amablemente, no sin antes advertirme de lo peligroso que puede ser Nigeria.

Por fin llego al lado fronterizo nigeriano. Los policías están sorprendidos de mi llegada y les entusiasma la ‘Zebra Roja’, repitiéndome constantemente: “¡BMW! ¡BMW!”, y señalando las tres siglas de la chapa de la moto. Después de todos los comentarios negativos que he oído sobre este país, no tengo una mala sensación. Me están tratando, ellos también, con mucha simpatía. Les pregunto a los policías si la zona está tranquila. “Sí, no tendrás ningún problema”. Bueno, esto ya pinta mejor.

Llego a Yashikera, un pueblo que está a unos diez kilómetros de la frontera. Está oscureciendo y busco algún sitio para pasar la noche. Veo mucho movimiento. Paro la moto y pregunto a un grupo de hombres que forma un círculo y discute amistosamente: “Busco un alojamiento económico para mí y mi moto para esta noche”. Uno de ellos coge su moto y me dice que le siga. Una humareda se extiende por todo el pueblo. Están quemando hierba seca. A veces me resulta difícil respirar. Después de zigzaguear por estrechas callejuelas, nos paramos delante de una puerta metálica. Dos niños abren la puerta y entro con la ‘Zebra Roja’. Dejo la moto al lado de un pozo. Aquí no tienen agua corriente, tampoco luz. El precio es muy económico, no llega a los cinco euros. El dueño de la casa me enseña la habitación. El aposento es lúgubre, iluminado por una escueta vela. Hay una pequeña cama y un rincón para poderse lavar. En el suelo se encuentran un par de cubos. Uno es grande, para llenarlo con agua del pozo, y el otro pequeño para tirarse el agua por encima.

Nigeria, ¿un país peligroso?Salgo de la habitación y cojo mi Dragon Fly para cocinar un poco de pasta. El ruido de mi fogón atrae la atención de mi vecino. Un capitán de la policía Nigeriana. Tiene aparcado su coche delante de su ventana. Es un viejo BMW del que está muy orgulloso. Al tipo le gusta, como no, mi GS. Charlamos sobre mi viaje y me invita a salir a tomar unas cervezas después de la cena. Nos vemos pasada una hora delante de la puerta de mi habitación. Se nos ha unido otro policía, un sargento, la mano derecha del capitán.

Los tres llevamos linterna para poder caminar entre la oscuridad y la humareda. Nos sentamos delante de un pequeño bar con una música muy animada. El capitán pide tres cervezas. Luego otras tres y otras tres… La conversación se anima cada vez más. “No tendrás nunca problemas con la policía en Nigeria”, dice el capitán. Eso destruía, por completo, la idea que se me había ido formando durante el viaje sobre la seguridad del país. Mientras el capitán se acerca de nuevo a la camarera, el sargento me declara firmemente su lealtad al capitán: “Si él me dice dispara, yo disparo. Si él me dice que salte al vacío, yo salto al vacío. Él es un gran hombre”. Me conmueven sus palabras, pues lo dice de corazón. Levanto la copa y brindamos por la lealtad y la salud.

Encendemos las linternas de nuevo y regresamos al albergue. Me desean mucha suerte y nos despedimos. El capitán me da su número de teléfono por si necesito ayuda.

“Where are you, my friend?”

Por fin logro contactar por teléfono con Mohamed, mi contacto en Lagos. “Where are you, my friend?”. Le indico mi posición y le explico la ruta que he planeado hacer. Él me comenta que es una locura, que me puedo encontrar con problemas por ahí. Mi ruta atraviesa Nigeria horizontalmente por en medio del territorio, pasando por Abuja, la capital. Hace un par de semanas de los últimos atentados contra iglesias en el norte del país. Todavía hay tensión en esa zona y se podrían crear situaciones complicadas. Así pues, replanteo la ruta. Voy a cruzar el país transversalmente, sin pasar por la capital, hasta llegar a Asaba y luego a Calabar. En Asaba me recibirán los Rocketwheels, los miembros de un motoclub local.

Está amaneciendo. Quiero aprovechar la luz del sol para hacer el máximo de kilómetros posible. Hoy será un día de conducción cien por cien off road. Off road por Nigeria. Siempre pensé que cruzaría Nigeria por la carretera del sur, por la costa.

Nigeria, ¿un país peligroso?Durante los primeros kilómetros, la pista es bastante buena. Me encuentro con poca gente. A medida que voy avanzando veo menos personas y el paisaje es, cada vez, más salvaje. La ‘Zebra Roja’ necesita un poco de marcha, así que aprovecho el buen terreno para ir rápido. Sigo kilómetros y kilómetros sin parar. La pista se transforma en un camino de piedra, grava y arena con muchas irregularidades, como resultado de las lluvias. La moto está funcionando perfectamente. Una vez más, gozo a tope de la respuesta noble de mi GS, defendiéndose de tan abrupto terreno, con elegancia y contundencia. El mérito, en parte, también lo tienen los amortiguadores TFX. Lo absorben todo, haciendo que parezca que vaya por la vía del tren.

Ante la duda, ¡gas!

Justo cuando estoy llegando al climax del pilotaje, veo de pronto a un hombre que levanta una pistola enorme con la mano y me grita. No paro. Le doy al gas y paso delante del tipo que parece enfurecido, a medio metro. Cada vez corro más y sin mirar atrás. Lo que sea, será. Sigo unos cinco kilómetros a un ritmo totalmente desbocado. Ya no pienso en lo bien que va la moto. Solamente quiero hacer kilómetros y pasar como el hombre invisible. Voy rápido hasta que me encuentro con un banco de arena, casi sin verlo. Ya estoy dentro. ¡Más gas! La moto empieza a tambalearse de una forma agresiva. Intento alejarme de unas rocas a las que me acerco como una flecha. No puedo controlar la moto, ¡algo pasa! Sigo dándole gas, hasta que la ‘Zebra Roja’, completamente descontrolada, me catapulta. Creo que acabo de hacer un triple mortal y me doy un costalazo contra una de las maletas. Uf, esto ha sido muy aparatoso. Es la caída más bestia que he tenido en moto. Me duele la espalda, pero me levanto más o menos rápido, preocupado por la máquina. Apago el motor. Miro a la ‘Zebra Roja’, que está cubierta de polvo, diciéndole: “¡Qué te he hecho!”. Un coche se para. Bajan dos tipos. Llega una pequeña moto china con dos chicos. Me ayudan a levantar la GS. Yo, en ese momento, no puedo. Me duelen las costillas y la espalda. Me preguntan qué tal estoy. Sin decirles nada, revisan la moto y le sacan el polvo y las diminutas piedras que se han instalado por todas partes. Parece estar todo bien. La maleta derecha está muy chafada. Ha topado con una piedra muy gorda y se ha comido todo el peso de la moto y el mío. Dentro llevo el ordenador, cables, algo de ropa y los mapas. ¡Ay, el ordenador! La maleta Zega Pro de Touratech ha aguantado, aunque tengo que asegurar la tapa con unas cintas.

Reviso el terreno y me doy cuenta de que debajo de la arena se esconden unas roderas durísimas. Ha sido imposible verlas. Madre mía, qué hostión.

Miro el estado de mi traje Rev’it y ¡sigue perfecto! Menos mal que uso botas de enduro, porque en algún momento me he golpeado la pierna y los pies. Mi casco AGV tiene una amplia rascada en la superficie. Durante la caída, mi cabeza ha dado contra el suelo. Esta experiencia me demuestra que ir bien equipado es esencial. El equipamiento debe de ser cómodo y a la vez ofrecer un grado de protección óptimo.

Nigeria, ¿un país peligroso?Las Osogafas se han roto. Una de las varillas se ha partido y los cristales se han salido. Les tengo mucho cariño a estas gafas. Me las dio mi amigo Juan Oso el día que partí hacia África. Se las regalo a uno de los chicos. Él las pegará con cola extra-fuerte y nos honrará a Juan y a mi usándolas. Al chico se le iluminan los ojos y no encuentra las palabras de agradecimiento. Yo tampoco. Gracias amigos, gracias.

Continúo la marcha. Aun después de la fuerte caída, con la espalda dolorida, me siento bien. Me siento mejor que antes de la peripecia. Me ha desaparecido ese estrés oculto, inducido por todos esos comentarios negativos sobre Nigeria, que llevo escuchando desde Ghana. El accidente hubiese podido ser muy grave. Esta gente me ha ayudado.

Así pues, mi espíritu se ha calmado y se encuentra en armonía absoluta. Estoy feliz, estoy en Nigeria y eso hay que disfrutarlo a tope. Como siempre.

Por el camino me voy encontrando gente armada en la entrada de los pueblos. Las entradas son diminutas, supongo que así tienen más control sobre el paso. Los niños han salido de la escuela y corretean detrás de la moto mientras gritan “Stop! Stop!”.

Rocketwheels. Motoristas cien por cien

Después de dos días de ruta, llego a Asaba. Llamo a Francis, el Presidente de los Rocketwheels. Todavía está en su trabajo y manda a uno de sus compañeros a recogerme. Me llevan al bar del club, un recinto escondido detrás de la carretera. La protagonista principal es una hermosa terraza con una resplandeciente nevera llena de cervezas. En una esquina veo dos BMW K 1200 GT. Están desmontadas. Pedimos bebida y charlamos. Los Rocketwheels son moteros de tomo y lomo.

Nigeria, ¿un país peligroso?De repente, oímos un trueno. No, no era un trueno. Era la moto de Francis, el Presidente del motoclub. Aparece con ‘bambas’ y bañador, montado en una vieja Kawasaki Ninja. Se saca el casco y nos saludamos emocionados. Es un tipo risueño y muy simpático. Nos juntamos un buen grupo y me llevan a cenar. Aparcamos las motos. El suelo tiembla con la Ninja, ¡ja, ja, ja!

Tengo que agradecer enormemente el trato recibido por los Rocketwheels. Se han ocupado de mí durante mi estancia en Asaba. Me han pagado la comida y el hotel. Su generosidad y hermandad no tienen límites. Se podría escribir una colección de libros sobre los motoristas nigerianos. Recordaré estos momentos, siempre.

Al fin llego a Calabar. Los integrantes del motoclub de la ciudad me asisten y me llevan al Marina Resort. Allí conozco a Veysel Bayam, un motorista y viajero turco con mucha carrera. Viene desde Estambul en una Yamaha Ténéré 660, equipada hasta los dientes con Touratech. Nos dejan acampar gratis en el jardín del resort, delante del mar. Un lujo. Veysel se ríe porque mi tienda Redverz Expedition Tent parece un castillo al lado de su iglú y mi BMW R 1200 GS Adventure, un camión al lado de su moto. Hacemos bromas de que todo lo tengo grande… ¡ja, ja, ja!, ¡todo no sé!

Nigeria, ¿un país peligroso?Nigeria ha sido una de las experiencias más enriquecedoras. Lo más importante para hacer camino es la actitud. Hay que fundirse con la naturaleza, con todos los elementos que nos rodean. Tener fe en la gente, fluir sin miedos y con respeto es una receta de la cual podemos abusar y nunca nos va a perjudicar.

Desde este espacio tan potente, como es la News de BMWRIDERS, quiero mandarle un fuerte abrazo y muchos ánimos a mi amigo Álex Debón, un enamorado del deporte y de las motos. Maneja la GS como nadie y tiene un corazón enorme. Ahora necesita un empujón de ánimos para superar ese día a día que se le ha complicado. Encontrarás la manera de encontrar el equilibrio, amigo mío.

Más información en www.ridetoroots.com

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